Llamó todavía más la atención en Hacia rutas salvajes (2007), donde lucía fugaz y hermosísima: era lógico que Sean Penn, en su rol de director, la eligiera para trabajar con ella.
Y después, claro, vino la saga Crepúsculo, su sonado romance con Robert Pattinson, su rápido ascenso a los tronos de las revistas del corazón.
Todos estamos un poco hartos de la bondad absoluta, porque no la vemos en la vida real Hace pocos días Stewart estuvo en España para presentar Blancanieves y la leyenda del cazador, que se estrena este viernes. Hija de un productor televisivo y de una guionista (que acaba de debutar como directora), Stewart se presenta algo desganada, desaliñada… rebelde.
Y no cambia de actitud cuando se le pregunta sobre por qué aceptó este papel, el de la (hasta ahora) angelical e inocente princesa de la malvada madrastra —a quien da vida Charlize Theron—.
“La oferta me sorprendió”, reconoce Stewart. “Acababa de terminar de rodar la saga Crepúsculo, y no quería hacer nada parecido. Me hablaron de hacer el papel de Blancanieves y pensé: ‘Vamos chicos, no me hagáis perder el tiempo’. La historia es bonita, pero no me veía como una chica pura, buena, generosa… Prefiero encarnar a personajes con fallos, oscuros, capaces de cometer errores”.
La joven actriz no es una belleza al uso, pero su aspecto denota una personalidad especial. No pretende ser simpática con el entrevistador, se enrosca con sus respuestas y se la ve incómoda al tener que hablar de su vida.
¿Y su carrera? ¿Cómo se siente en este momento? “En un desafío constante”, reconoce, “pero eso es lo que quiero. Me gusta. Adoro todo lo que hago, y es lo que pretendo: mucha gente se arrepiente, incluso se avergüenza, de las películas que hace. Yo no: me siento orgullosa de cada una de ellas”.
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